jueves, 19 de septiembre de 2013

Todo por uno



La mano extendida recibe “un peso” de otras manos blancas, negras y mestizas. No es el portero del Estadio Capitán San Luis, al que voy cada vez menos y donde juegan los Pativerdes-Lobos-Tsunami de Pinar del Río. Tampoco es el cobrador del baño en la Terminal de Ómnibus Nacionales.

Si un amigo pinareño lee la primera línea podría pensar que me refiero a un billete o moneda con la imagen de Martí, o sea, dinero en Moneda Nacional (M.N.). Pero un peso en La Habana no es un peso, son veinticinco pesos. 

Volvamos a la breve historia. Un grupo de adolescentes entre 15 y 16 años paga el susodicho C.U.C (peso convertible) a la entrada de un local que antaño fuera sagrado. Uno, dos, tres, cuatro, cinco… 20 cañas. Una “bomba” o un “bombero” (500 M.N.). ¡Ojalá mi madre, Licenciada en Economía, ganara eso en un mes!

Pero el tipo no está contento. La matrícula de ese grupo de décimo grado en un preuniversitario de la Habana Vieja es de 26 estudiantes. Seis alumnos, que para él representan 150 pesos M.N., no podrán examinarse en Matemáticas por no pagar la cuota asignada por el ¿maestro?.

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