lunes, 23 de junio de 2014

Futbolerías IV: Yoel, el fanático



Por Jesús E. Muñoz Machín

Yoel, el “Diego de la gente”, como le dicen en el barrio, es un fanático del fútbol. Fanático, reitero, y no un aficionado.

A sus casi cuarenta años bien disimulados, Yoel debe tener el récord de discusiones sobre fútbol. No sobre otro deporte, solo fútbol.

Este personaje pinareño pertenece a la generación que en la década de los ochenta se enamoró de los equipos argentinos y de la magia de Diego Armando Maradona. Yoel es uno de los tantos que se mantiene fiel y vive de la historia de la genial albiceleste que se coronó en los mundiales de 1978 (Argentina) y 1986 (México).

Pero su afición por “el más universal de los deportes” (y no por utilizar la frase hecha) rebasa lo racional. Diego, parecido físico incluido, no dialoga y comparte su conocimiento sobre fútbol, porque prefiere discutir, vociferar y gesticular.
Fanático chileno a la salida del Estadio Maracaná, Río de Janeiro.
No importa si sus favoritos ganaron o perdieron, si fueron derrotados o vencieron con categoría, Diego igual discute con arrebato de esquizofrénico que, más allá del deporte, adora las broncas y el espectáculo vocinglero.

Yoel-Diego no es un aficionado de Argentina, es un fanático que la emprende, incluso, con otros seguidores de su conjunto sí reconocen que Lionel Messi no ha tenido un 2014 tan brillante como otras temporadas o que Sabella es demasiado timorato.

No, él no entiende de argumentos, cómo no entendieron los 85 chilenos que “tomaron por asalto” el cetro de prensa del Estadio Maracaná, las barras bravas de en algunas naciones latinas o los hooligans ingleses. 


Yoel, el Diego de nadie, es lo que Eduardo Galeano –mi escritor fetiche hasta que termine el Mundial-, definió como un verdadero fanático, un ser irracional, un hincha de manicomio.


Barra brava en Colombia.
Hoologans ingleses.



viernes, 20 de junio de 2014

Futbolerías III: De aficiones y fanatismos (I)



 


Por Jesús E. Muñoz Machín

El fútbol genera pasiones: gritos, brincos, saltos, alguna que otra palabrota, e incluso, besos y abrazos entre conocidos o extraños.

Cada cuatro años, toda la “locura” se exacerba y parece poco verosímil lo que un aficionado es capaz de hacer para disfrutar de la Copa Mundial de Fútbol.

El escritor Eduardo Galeano lo describió en su libro El fútbol a sol y sombra -mi biblia por estos días-: “Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles (…)”.

Así ha sucedido en el Mundial de Brasil, donde devotos al más universal de los deportes viajan miles de kilómetros en caravanas para llegar a la capital del mundo durante todo un mes. En las caravanas multinacionales encontramos a colombianos, chilenos, uruguayos y hasta peruanos, cuyo equipo no está en el Mundial -¿habrá algún cubano por ahí?-.

No importa si las condiciones no son las mejores: playas, autos o contenedores se convierten en sitios de resguardo para dormir unas pocas horas, “cargar las pilas” y al día siguiente volver a gritar los goles de turno.

El aficionado, el hincha, el seguidor o como quiera llamarle se siente importante cada cuatro años. Durante el partido de su selección se transforma en el jugador número doce. Ellos son, como nos dice Galeano, los que “empujan la pelota cuando ella se duerme”, y bien saben los artistas de la cancha “que jugar sin hinchada es como bailar sin música”.

Y si no creen, pregúntenle a cada nación que ha sido sede, pues muchas de ellas han obtenido su mejor resultado histórico cuando acogieron la Copa. Le sucedió a Corea en 2002, donde los de ojos rasgados coreanos llegaron a unos inéditos cuartos de final. Mucho antes, en 1978, Argentina logró la corona en casa; e Inglaterra, nación creadora del fútbol, organizó el torneo de 1966 para alzar su primer y único galardón mundialista.


La presión también se siente en contra. La sintió España que, sin temor a equivocarme, más allá de lo futbolístico no pudo un Maracaná que los “recibió” en la final de la Copa Confederaciones pintado de verdeamarello brasileño y hace unos días se tiñó de rojo chileno, más intenso que el rojo ibérico esta vez.

El graderío cuenta, que nadie lo dude. La afición es parte del espectáculo, porque se apropia de los equipos, mucho más que los federativos y empresarios del deporte.

José Raúl, en Pinar del Río, Dayron y Luis Miguel, en Miami o Darío, en Ecuador, saben de lo que hablo. El sentido de pertenencia con algún club o selección nacional sobrepasa lo racional. Cuántas veces en el barrio, y ahora a través de las redes sociales, dijimos: “Mañana jugamos”. Dicho así pareciera que en lugar de Cristiano Ronaldo, Lionel Messi o Robin van Persie fuéramos nosotros los protagonistas del Mundial.




lunes, 16 de junio de 2014

Futbolerías II: La alegría secuestrada


Daniel Sturridge celebra el gol del empate parcial ante Italia


No sabía mucho de fútbol entonces, tampoco alego que ahora sea un gran conocedor, pero recuerdo que en el mundial de Francia 1998 las selecciones africanas festejaban los goles con gran alegría, exteriorizada en bailes tradicionales, “vueltas de carnero” u otras singulares iniciativas.

Así sucedió en la cita mundialista de Corea y Japón 2002, donde Senegal llegó a cuartos de final con un fútbol que sedujo al mundo y que acompañó de coreográficas celebraciones.

También recuerdo a los locales sudafricanos bailando ante su afición en 2010 y a Costa de Marfil moviendo la cintura con el Drogbacité, baile que surgió en la nación para festejar las anotaciones y los triunfos.

No es solo cuestión de los futbolistas africanos, pues los latinos, sobre todo los brasileños, suelen festejar de mundialista los bailes han estado ausentes, a no ser por algunos “atrevidos”, como el inglés Daniel Sturridge, que celebró a lo Michael Jackson su gol ante Italia.

Senegal en el Mundial de Corea-Japón 2002.
¿Quién secuestró la alegría de los futbolistas, especialmente de los africanos? Quizás demasiado tiempo en Europa los ha vuelto sobrios. Incluso, tal vez influya que algunos nacieron en el Viejo Continente.

Pudiera ser que su filosofía anterior era ir a los mundiales a disfrutar de diversas maneras, -festejo goleador incluido- y ahora asumen con más "seriedad" su participación en la justa del orbe.

Solo ellos pudieran dar una respuesta certera. Y a fin de cuentas, este no es tema que le quite el sueño a nadie durante la fiesta mundialista. Para acaparar la atención está la goleada propinada por Holanda a España o la sorpresiva derrota de Uruguay ante Costa Rica.

Hablar de los festejos goleadores es solo una pincelada.

domingo, 15 de junio de 2014

Futbolerías I: Si goles son amores, la Copa está enamorada


Neymar Jr. festaja uno de sus goles ante Croacia


¿Jugadas que levantan gradas? En el baloncesto quizás sean las donqueos o las canastas de tres puntos a 7,25 metros; en el voleibol un remate del opuesto a cientos de kilómetros por hora; en el béisbol un jonrón con bases llenas (Grand Slam, en inglés); y en el boxeo un nocaut fulminante a lo Teófilo Stevenson. Pero en el fútbol la magia llega con los goles, cuando el balón traspasa la línea de meta y el estadio se trastoca en manicomio con el grito de gooooooooool.

Los partidos con pocas anotaciones no son aplaudidos por la afición, aun cuando los equipos hayan mostrado buen nivel sobre la cancha.

Hasta ahora, trascurridas cuatro fechas la Copa Mundial de Fútbol de la FIFA Brasil 2014, las perforaciones han tenido el protagonismo. Han llegado de múltiples maneras: de cabeza, fuera del área, “de carambola”, autogoles y definiciones de lujo.

Holanda es la que más ha festejado con sus cinco anotaciones ante una irreconocible España, campeona de la edición precedente, cuando precisamente venció a los tulipanes en la final.

Entre las 22 selecciones que han pisado los terrenos brasileños, solo Camerún y Grecia se han quedado sin goles. En total se han marcado 37 dianas en 11 encuentros, para un promedio de 3,36. A estas alturas en Sudáfrica 2010 apenas se llegaba a 1,7 por desafío.

¿Se esperaban estos registros goleadores? Pues no. La mayoría de los criterios coincidían en que sería una copa con pocas anotaciones, de acuerdo a la tendencia del fútbol actual, donde se arriesga menos en busca de resultados.

Como señala el intelectual uruguayo Eduardo Galeano, el “gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna”.

Para que se tenga una idea, en el mundial de Sudáfrica se anotaron 2,26 goles por partido (145 en 64 encuentros) y en Alemania 2006 la media fue de apenas 2,30 (147/64). Una cifra de tres dianas por desafío parece cosa de hace cinco siglos, pues la última vez que esto ocurrió fue en Suecia 1958, donde se perforaron 126 vallas en 35 enfrentamientos (3,60).

Para bien del torneo y para disfrute de la afición, el grito de goooooool se ha escuchado con fuerza en Brasil. Quizás influya la mística sudamericana, donde el más universal de los deportes se juega de forma diferente, donde la puerta rival es el objetivo perenne durante los 90 minutos.

¿Qué está pasando? Nadie entiende nada, pero no hace falta entender, sino disfrutar del inesperado desenfreno de los goleadores.

Lo único cierto parece ser que si los goles son amores, la copa está enamorada.

lunes, 9 de junio de 2014

1914. Montevideo: Batlle



Eduardo Galeano en Memorias del Fuego III.

Escribe artículos calumniando a los santos y pronuncia discursos atacando al negocio de venta de terrenos en el Más Allá. Cuando asumió la presidencia de Uruguay, no tuvo más remedio que jurar por Dios y por los Santos Evangelios, pero en seguida aclaró que no creía en nada de eso.

José Batlle y Ordóñez gobierna desafiando a los poderosos del cielo y de la tierra. La Iglesia le ha prometido un buen lugar en el infierno: atizarán el fuego las empresas por él nacionalizadas o por él obligadas a respetar los sindicatos obreros y la jornada de trabajo de ocho horas; y el Diablo será el macho vengador de las ofensas por él infligidas al gremio masculino.

—Está legalizando el libertinaje —dicen sus enemigos, cuando Batlle aprueba la ley que permite a las mujeres divorciarse por su sola voluntad*.

—Está disolviendo la familia —dicen, cuando extiende el derecho de herencia a los hijos naturales.

—El cerebro de la mujer es inferior —dicen, cuando crea la universidad femenina y cuando anuncia que pronto las mujeres votarán, para que la democracia uruguaya no camine con una sola pierna y para que no sean las mujeres eternas menores de edad que del padre pasan a manos del marido.


*En 1913 se aprobó en Uruguay la Ley de divorcio por sola voluntad de la mujer.

Cuba: En nuestro país la Ley del Divorcio se aprobó en 1918.




lunes, 2 de junio de 2014

Diez buenas prácticas para quienes hacen las noticias







A propósito de la culminación el pasado día 30 de mayo del Encuentro Iberoamericano de Género y Comunicación, les proponemos estas excelentes ideas de la periodista e investigadora española Cristina Rocha Galván.


Las mujeres existen. No las escondas con el lenguaje.

Las mujeres actúan. Cuenta sus historias.

Las mujeres saben. Utilízalas como fuentes de información.

Las mujeres quieren saber. Imagínalas como parte de la audiencia.

Las mujeres son protagonistas. Dales su espacio.

Las mujeres son diversas. Huye de los estereotipos.

Las mujeres no son meros objetos sexuales. Rechaza las imágenes sexistas.

Los malos tratos no son sucesos morbosos. Mira más allá.

Las discriminaciones son a veces sutiles. Vuelve a pensar tus informaciones, usa la regla de la inversión.

La objetividad no está en la equidistancia. Ante la desigualdad, toma partido.

Para ver más:


http://proyectoargantonio.blogspot.com/2009_02_08_archive.html