viernes, 8 de julio de 2016

De ciberacoso y cibermachos




Jesús E. Muñoz Machín • 8 de julio, 2016

LA HABANA. “Ya no acepto solicitudes de amistad de personas que no conozca”, dice de manera enfática Ana, quien a sus 27 años puede relatar decenas de ocasiones en las que ella o alguna amiga se han sentido acosadas en las redes sociales.

Luego fue menos categórica. “Realmente trato de ver bien el perfil de la persona antes de aceptar o rechazar”, agrega esta muchacha que trabaja como cuentapropista en una cafetería de la provincia Pinar del Río, a unos 144 kilómetros de La Habana.

“Algunos dicen cochinadas, otros piden fotos y están los que te escriben y te escriben y aunque no contesto continúan insistiendo hasta que los bloqueo y se acabó la molestia”, detalla.

El acoso a través de las diferentes plataformas de Internet no es un fenómeno nuevo, pero la última década se han conceptualizado y estudiado con mayor afán las distintas manifestaciones de chantaje o violencia mediante el uso de las Nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs).

Los términos más utilizados para describir las expresiones de violencia con dispositivos cibernéticos son ciberviolencia, ciberacoso, sexting, grooming, ciberbullyng, pornovenganza, networkmobbing y hate speach, cada una con sus particularidades.

Los comportamientos agresivos mediante las TICS incluyen suplantación de identidad, amenazas, falsas acusaciones y usurpación de datos personales. Además se expresan a través del control de los sitios o redes que visitas, con quién chateas, qué fotos compartes, chantaje de índole sexual, ataques directos o simbólicos a comunidades o grupos, entre otras prácticas que se multiplican a ritmo acelerado.

Como apunta la investigadora española María Ángeles Verdejo, el acoso posee al menos dos características esenciales. En primer lugar el “desequilibrio de poder”, pues quien realiza estos actos perniciosos “utiliza la fuerza física, el acceso a infor­mación desagradable o la popularidad para controlar o dañar a otros (…)”.

Asimismo, quien agrede suele recurrir a la “repetición”, con acciones que suceden en más de una ocasión, “o bien tienen el potencial de producir­se más de una vez”, asegura la catedrática de la Universidad de Jaén.

El fenómeno (no existen informes oficiales o en investigaciones públicas) tan vez no sea tan visible en Cuba como en otras naciones, pero es una realidad de la que cada vez podemos encontrar más testimonios.

Textos académicos afirman que mujeres y hombres jóvenes suelen ser las principales víctimas de la ciberviolencia, pues constituyen la mayor parte de las personas que se conectan a Internet en todas las naciones. En la Isla, donde solo el 30 por ciento de las personas accede con regularidad a la red de redes, también es la población juvenil la que más interactúa en las plataformas virtuales y probablemente la más expuesta al acoso.

De manera más específica, las mujeres clasifican como las víctimas preferidas de estas prácticas, reproducción de lo constatado en el mundo offline. ¿Por qué ellas? La respuesta, quizás evidente, radica en el machismo que utiliza la violencia (de género) como recurso esencial de dominación.

En todos los casos este fenómeno es siempre expresión de desigualdad y exclusión social, y provoca profundos psicológicos y sociales. Detrás de una PC, laptop, tablet, celular o iPad hay seres humanos que ven vulnerados sus derechos. Miedo, depresión, aislamiento, sentimiento de culpa, desprotección, cierto temor a la tecnología o a explorar todos sus beneficios, son algunos de los problemas referidos en las investigaciones.

“Nunca he sentido tanto miedo, pero sí me he puesto nerviosa, porque no sé si esa persona está a unos metros de mí y puede ser cualquiera. Aunque de verdad pocas veces pienso mucho en eso, le doy bloquear al tipo y sigo tranquila”, apunta Ana.

No obstante, ella relató el caso de una amiga que “accedió a conocer a un muchacho, pero él no era lo que esperaba y después la siguió molestando en el chat”.

Según cuenta, “después no había quien le dijera de conectarse en el parque Roberto Amarán (ubicado en el centro del municipio Pinar del Río), porque pensaba que se podía encontrar al señor, un temba (hombre de mediana edad) de unos 40 y pico de años”.

Portada del texto “Ciberacoso y violencia de género en redes sociales. Análisis y herramientas de prevención”.

Cibermacho y posmachismo

Amanda (no es su nombre real) tiene 22 años y hoy camina por las calles de su barrio con tranquilidad, pero en 2012 apenas se atrevía a mirar a los ojos a algunas amistades y adolescentes de su localidad. Ella rememora que “unas fotos en posiciones algo sexys, aunque no desnuda” la convirtieron en centro de atención entre sus contemporáneos.

Le cuesta referirse al suceso. “No es fácil. Yo estudié teatro y soy desinhibida, pero no es lo mismo cuando las personas que te pasan por el lado y que te conocen desde niña vieron imágenes de un momento tan íntimo”, recuerda.

Una amiga fue quien la alertó. “Mija, los pesaos de la esquina tiene tus fotos en el celular”. Lo tomó con cierta calma hasta que un día escuchó a un joven decir: “Oye, estás buena”, mientras otros sonreirán de forma socarrona.

Desde el inicio Amanda sabía que el culpable era su ex, que compartió las fotos guardada en su móvil con un amigo y ese las copió a otro en un ciclo que al parecer no llegó a internet, aunque no puede asegurarlo y prefiere “no pensar en esa posibilidad”. Por cierto —y por suerte—, el suceso fue anterior a la apertura a mayor escala de las cibersalas y los puntos de conexión wifi por la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A. (Etecsa).

“Él (su ex) se iba del país y quería molestarme, porque no accedí a una supuesta despedida sexual. Después me pidió disculpas desde el Norte y me explicó a quién se las compartió y todos los detalles. Pero el daño ya estaba hecho”, confiesa.

Como la expareja de Amanda, muchos son los hombres que se sienten con el derecho de disponer del cuerpo de las mujeres a su antojo. Esas creencias y prácticas machistas asentadas durante siglos, se pueden multiplicar y su volver más públicas en los tiempos de nauta, Zapya, Bluetooth y Connectify.

El “macho, varón, masculino” cubano, y de todas las naciones, ha convertido la tecnología en una herramienta más para lograr el control y subordinación de las mujeres.

Una investigación de 2014 enfocada en jóvenes de las Universidad de La Habana confirma que la masculinidad hegemónica encuentra tierra fértil en los espacios virtuales. La indagación “Facebook: ¿Una red social donde se reproducen desigualdades de género?”, realizada por el comunicador Ariel López, expone que los mensajes de los varones “aluden a lo instituido (…), plasmándose situaciones y elementos que indican la violencia de género simbólica como lo es el hecho de la burla entre personas por no representan los cánones tradicionales de belleza, el acoso a la mujer mediante conversaciones y mensajes no pedidos (…)”.

Publicado en la revista cultural La Jiribilla, el artículo remarca que en los perfiles de estudiantes hombres fue habitual la presencia de “imágenes, textos, videos de la mujer como objeto decorativo, de placer, como instrumento, en un predominio de su empleo para demostrar el poderío masculino, las dotes de conquistador, seductor, ser superior (…)”.

A juicio de López, “estas manifestaciones de violencia no solo son estimuladas dentro de las redes sino que llegan trasladadas desde la vida real u offline al espacio virtual”.

Pero no siempre es fácil percibir la ciberviolencia. Esta en ocasiones se camufla con actitudes aparentemente conciliadoras, que diversos estudios llaman posmachismo. Un joven que emplee estos códigos no exigiría directamente la claves de la cuenta de Facebook, correo o algún chat. Por el contrario emplearía frases como: “Si tú me quisieras, confiarías en mí”, “eso demostraría cuánto me amas”, “yo no desconfío de ti, es solo una prueba de amor”, entre otras.

Como explica Miguel Lorente, profesor titular de la Universidad de Granada, el “posmachismo es una de las últimas trampas que la cultura patriarcal ha puesto en práctica (…)” y “(…) pretende que continúen las mismas referencias tradicionales, no otras, y para ello su estrategia es generar cierta confusión y desorientación (…)”.

De esta manera el patriarcado, y el machismo como su expresión más visible, demuestran su poder de adaptación en el tiempo y una capacidad extraordinaria para emerger en cualquier espacio de socialización. En la actualidad, los likes, hashtags, post, fotografías, comentarios… constituyen el universo favorito de las personas jóvenes, y allí la violencia de género o ciberviolencia es cada vez más común.

Aun cuando la baja conectividad y la ausencia de estadísticas impiden visualizar la dimensión real del fenómeno en Cuba, no debemos desconocer que hay muchas historias (online y offline) de ciberacoso a la distancia de un clic.

Expresiones de ciberacoso:

Ciberviolencia: término general que se utiliza para describir el resto de las clasificaciones de violencia de género a través de las TICs.

Ciberacoso: Cuando se utilizan las TICs para hostigar e infringir daño psicológico a una persona, grupo o comunidad.

Ciberbullying: uso de los medios telemáticos (In­ternet, telefonía móvil y videojuegos, fundamentalmente de manera online, para ejercer el acoso psicológico entre niños, niñas y jóvenes, sobre todo en ámbitos escolares. Las plataformas más usadas para hostigar son sitios web, blogs, redes sociales (Facebook, Twitter, Tuenti, Myspace, Instagram. etc.). No involucra aspectos sexuales, porque ya esto se refería a otro tipo de práctica.

Grooming: acoso ejercido por adultos hacia menores de edad, caracterizado por acciones deliberadas para lograr una relación y control emocional sobre uno niño o niña o adolescente. Pasa por fases de amistad, relación o acercamiento y luego contacto o propuestas sexuales.

Sexting: palabra tomada del inglés que une “Sex” (sexo) y “Texting” (envío de mensajes SMS desde teléfonos móviles). Nombra el envío de contenidos de tipo se­xual (usualmente fotografías, videos o frases) desde cualquier dispositivo tecnológico. En ocasiones se utiliza para chatajear, lo que se denomina sex-torsión.

Pornovenganza (Revengeporn): Cuando una persona, casi siempre expareja comparte en espacios vituales fotos o videos de otra persona teniendo sexo, desnuda u en otra práctica de su intimidad. Pretende humillar y dañar la imagen pública de la víctima.

Networkmobbing: acoso laboral donde se humilla, ataca y deja en evidencia a colegas de trabajo a través del mail y las redes sociales.

Hate speach: Mensajes públicos directos o simbólicos que propaguen, inciten, promuevan y/o justifiquen el sexismo, la homofobia, el racismo, la xenofobia, el antisemitismo, entre otras manifestaciones de discriminación.

Otras manifestaciones: uso de dispositivos de espionaje entre parejas como son cámaras ocultas, GPS, spyware (dispositivo que se instala en tu ordenador y trasmite tu información a otro equipo) y keyloggers (detecta pulsaciones en el teclado y permite que se conozcan tus claves), explotación sexual online (sexcams), exhibicionismo online (obligar a ver imágenes sexuales propias).


Tomado de Progreso Semanal

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