miércoles, 20 de noviembre de 2013

Tragos amargos


Estudios aseguran que los adolescentes bebedores son propensos a desarrollar adicciones en el futuro


Jesús E. Muñoz Machín

20/11/2013

Puede suceder en La Habana o en Guantánamo, en zonas urbanas o rurales y, contrario a lo que se piensa, no son hechos aislados. Ver a menores de edad consumiendo bebidas alcohólicas puede ser una escena común para quien asista con regularidad a centros nocturnos —supuestamente para adultos—, parques concurridos —el de G, en el Vedado capitalino, por ejemplo—, fiestas populares, entre otros espacios recreativos y de socialización.

No tuve que hurgar mucho para descubrir las historias. Aunque duela afirmarlo, fue fácil encontrar testimonios de adolescentes que beben vino, ron o cerveza de manera asidua.

“Cuando salimos en grupo nos damos unos tragos. Normal, todo el mundo lo hace”, dice Jonathan, de 15 años. Su “todo el mundo” se refiere a muchachas y muchachos de su edad, y aunque sus palabras son un tanto absolutas, no están muy lejos de la realidad.

Jorgito, de 13 años, confiesa que en su caso no es algo habitual, pero que en ocasiones su grupo de amigos se reúne en el Malecón “a conversar y tomar un poco de vino”. Según relata, a veces compran “unas cervecitas para impresionar a las niñas”.

En discotecas y otros centros nocturnos ocurre similar. Los adolescentes bailan al compás de una estrepitosa melodía con el vaso de ron o la cerveza en la mano.

¿Cómo logran acceder a bebidas cuya venta a menores de edad se prohíbe en las leyes cubanas?

“Alguien mayor del piquete compra los tragos”, dice Leslie, de 14 años. Pero luego agrega que si no hay nadie disponible “la que tenga menos cuerpo y cara de niña va a la barra”.

Ciertos trucos son verdaderas exhibiciones de ingenio adolescente. Botellas de ron escondidas en el bolso de la muchacha, todo tipo de licores reenvasados en latas de refresco y otras artimañas son utilizadas para burlar las regulaciones.

ENSEÑAR A BEBER: ¡NO!

La mayoría de los muchachos y muchachas comienzan a ingerir bebidas alcohólicas a escondidas de su familia y en ello influyen mucho los grupos de amigos. Sin embargo, no son pocas las historias de adolescentes —incluso niños— cuyos padres los instaron a probar los primeros sorbos. Los varones, sobre todo, son exhortados desde edades tempranas a demostrar su hombría a través del alcohol. Al principio se le pide al pequeño que moje un dedo en ron o cerveza, luego los labios, después que tome un traguito y así, paulatinamente, hasta que logre convertirse en bebedor experto, o sea, un “borrachín de prestigio”.

A las muchachas, por su parte, no les exigen con igual insistencia grandes dotes etílicas, no obstante, según las creencias populares, “si saben beber” están mejor preparadas para la vida adulta y enfrentar el oportunismo de los hombres.

Gran error el de los padres que de manera imprudente acercan a sus hijos e hijas al mundo del alcohol. Numerosos estudios aseguran que los niños y adolescentes bebedores precoces son propensos a desarrollar adicciones en el futuro, incluso a drogas y estupefacientes más peligrosos.

Asimismo, la ingestión de bebidas alcohólicas tiene repercusiones sociales. Estas sustancias interfieren con la adecuada percepción de la realidad y afectan la capacidad de tomar decisiones, lo que se manifiesta en comportamientos irreflexivos, violencia física y verbal, así como otras conductas de riesgo. Tener sexo sin protección y ser víctima de abuso sexual son apenas dos ejemplos de lo que pudiera ocurrir.

DE LEYES Y OTROS ARGUMENTOS
El análisis de este tema no debe perder de vista que la mayor responsabilidad es de los adultos. Por ello resulta válido apuntar que la ley cubana sanciona, a través del Artículo 313.1, a quien “induzca a una persona menor de 16 años de edad (…) a ingerir habitualmente bebidas alcohólicas (…)”. Las condenas pueden ser de dos a cinco años de privación de libertad o una multa de quinientas a mil cuotas.

El propio artículo, que forma parte del Título XI: “Delitos contra el normal desarrollo de las Relaciones Sexuales y contra la Familia, la Infancia y la Juventud”, estipula que promover en menores el uso o consumo de drogas estupefacientes u otras sustancias con efectos similares, puede acarrear una sanción de cinco a doce años de prisión.

Se condena, además, a quien por negligencia o descuido propicie que un menor a su cuidado se relacione con estos delitos y a quienes, con conocimiento de estas situaciones, no realicen la denuncia. Algunas disposiciones complementarias añaden que, por violar las regulaciones mencionadas, se puede perder total o temporalmente la custodia de los descendientes o tutorados. La severidad en las leyes responde al marcado interés del Estado cubano de brindar protección a niños y adolescentes.

La erradicación del consumo de alcohol y otras drogas entre los menores de edad es una prioridad en la mayoría de las naciones. Tanto es así, que el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) dedica grandes esfuerzos a potenciar campañas de prevención por todo el mundo.

Al respecto, el informe “Nosotros, los niños: examen de final de decenio de los resultados de la Cumbre Mundial en favor de la Infancia”, dado a conocer en 2001, resalta que los accidentes, la violencia y el suicidio son las principales causas de muerte entre los adolescentes. Y luego agrega que “ello se relaciona con frecuencia con el alcohol y el consumo de drogas ilícitas (…)”.

El propio texto refiere que el Plan de Acción de la Cumbre Mundial en favor de la Infancia (1990) también reconoce la necesidad de prevenir la adicción al alcohol y al tabaco en menores de edad.

MIRAR CON LUPA


El consumo de bebidas alcohólicas entre menores de edad es un tema complejo y, como alertan especialistas, son disímiles sus causas. Además de la necesidad de aceptación dentro de un grupo, influyen ejemplos familiares, factores hereditarios y otras situaciones puntuales como divorcios, violencia doméstica o el fallecimiento de seres queridos.

Más allá de leyes y regulaciones, recae en la familia la responsabilidad de velar porque sus integrantes más jóvenes no consuman bebidas alcohólicas. Ya he sido testigo de cómo algunos adolescentes presumen de ser buenos bebedores y confieso que han sido tragos muy amargos.

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