Imagen: Periódico Invasor. |
Según los especialistas en Ciego de Ávila una buena parte de las víctimas procede de un núcleo familiar disfuncional, de padres ausentes, con antecedentes de violencia intrafamiliar y con conductas sexuales desordenadas.
Después, lo que más corroe el alma es la certeza de que se pudo evitar, de que había que estar atentos, de que en la confianza está el peligro. Pero eso es después, cuando el daño está hecho, cuando no hay remedio. Una vez que un niño o una niña son abusados ya no hay retorno. Algo se rompe para siempre, no se puede componer.
Y podría parecernos todavía que las historias de horror escuchadas a destiempo solo le suceden a la gente que va por la vida sin asideros, a esas familias disfuncionales, con los hijos desperdigados y tantos problemas que es “obvio” y hasta “predestinado” que les “caiga” uno más. Sin embargo, no hay tal cosa como una “justicia poética”; todos somos vulnerables.
Lo confirman los 2 174 niños víctimas de abuso sexual reportados en nuestro país en 2015, de los que da cuenta el Informe de Cuba sobre el enfrentamiento jurídico-penal a la trata de personas y otros delitos relacionados con la explotación, o con el abuso sexual (2015), publicado en el sitio web oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba.