miércoles, 5 de julio de 2017

Abuso infantil: en la confianza está el peligro


Imagen: Periódico Invasor.
Por Sayli Sosa 
 
Según los especialistas en Ciego de Ávila una buena parte de las víctimas procede de un núcleo familiar disfuncional, de padres ausentes, con antecedentes de violencia intrafamiliar y con conductas sexuales desordenadas. 

Después, lo que más corroe el alma es la certeza de que se pudo evitar, de que había que estar atentos, de que en la confianza está el peligro. Pero eso es después, cuando el daño está hecho, cuando no hay remedio. Una vez que un niño o una niña son abusados ya no hay retorno. Algo se rompe para siempre, no se puede componer.

Y podría parecernos todavía que las historias de horror escuchadas a destiempo solo le suceden a la gente que va por la vida sin asideros, a esas familias disfuncionales, con los hijos desperdigados y tantos problemas que es “obvio” y hasta “predestinado” que les “caiga” uno más. Sin embargo, no hay tal cosa como una “justicia poética”; todos somos vulnerables.

Lo confirman los 2 174 niños víctimas de abuso sexual reportados en nuestro país en 2015, de los que da cuenta el Informe de Cuba sobre el enfrentamiento jurídico-penal a la trata de personas y otros delitos relacionados con la explotación, o con el abuso sexual (2015), publicado en el sitio web oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba.

El número, como número al fin, es susceptible de ser comparado con la realidad de otras latitudes —se me ocurre, así sin pensarlo demasiado, las 300 niñas secuestradas en un día por el grupo terrorista Boko Haram en Nigeria—, pero que no por eso dice o alarma menos. Fueron 2 174 menores que vivieron acaso una de las peores experiencias para un ser humano: ser ultrajados en su dignidad, su salud física y mental.

Un reciente taller sobre género y discriminación de género, realizado por la Federación de Mujeres Cubanas y la Fiscalía Provincial en Ciego de Ávila puso sobre la mesa los casos reportados en 2016 en el territorio, con el propósito de insistir en la prevención, que es el único antídoto para este flagelo. 

Aunque las cifras no son públicas, en el foro sí trascendió que más de la mitad de los hechos procesados por los Tribunales y la Fiscalía ocurrieron en la vivienda de residencia de los menores y los agresores fueron personas que tenían vínculos con la familia. Precisamente este es uno de los factores de riesgo, el exceso de confianza y la no observación.

Las principales víctimas son las niñas, pero ¡mucho cuidado! con ese pensamiento que podría sobrevenir: el hecho de que en nuestra sociedad las adolescentes asuman patrones al vestir no acordes con su edad no significa que “ellas se lo busquen” por “provocadoras”. Detrás de ese argumento hay una carga simbólica que, incluso, llegaría a justificar la agresión.

Según los especialistas que trabajan estos asuntos a diario, una buena parte de las víctimas procede de un núcleo familiar disfuncional, de padres ausentes (ahora que tenemos tantos colaboradores y cooperantes y los hijos se quedan al cuidado de los abuelos o los tíos), con antecedentes de violencia intrafamiliar y con conductas sexuales desordenadas (cambio constante de pareja, prostitución).

Mas, también se han dado casos de individuos “intachables”, de “toda confianza”, que se aprovechan de la cercanía y la inobservancia de los padres en hogares igual de intachables, de gente decente y confiada.

Porque los pederastas y violadores no tienen etiquetas ni marcas visibles que los identifiquen; porque se valen de engaños y luego de amenazas; porque son una cosa por delante y otra muy distinta cuando nadie los ve, hay que estar alertas.

Establecer límites, proteger la privacidad de nuestros niños y niñas, no exponerlos a situaciones vulnerables (bailes y posturas no acordes a su edad, saludos excesivos, ambientes inseguros), son apenas recomendaciones para empezar a deshebrar este problema.

De niña, recuerdo que cuando mi papá jugaba dominó con sus amigos, no quería que estuviera cerca de la mesa. Me decía “vaya para adentro de la casa” y yo me enfurruñaba, pero lo obedecía. Él sabía lo que estaba haciendo. Ahora también yo lo sé.

Tomado de: www.invasor.cu/es/sociedad/14023-abuso-infantil-en-la-confianza-esta-el-peligrom%C3%A1s


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