Por Dixie Edith, Jesús Muñoz y Sara Más
Fotos: Jorge Camarero Leiva
Cuando Yeney Cabrera confirmó que estaba embarazada, cursaba el segundo año de Psicología, en una sede universitaria del municipio Mantua, en Pinar del Río. Su pareja, Diosvani Peña, trabajaba en el sector del turismo cuando supo que sería papá. Ninguno había pensado aún en tener un bebé. “Nos descuidamos y, cuando me di cuenta, ya tenía tres meses. Hablé con mi novio y decidimos tenerlo. Él tenía un buen trabajo y no había muchos problemas de dinero”, relata Yeney.
El embarazo se desarrolló sin contratiempos y con apoyo de la familia, que asumió parte del acompañamiento durante la gestación y posterior cuidado de su hijo Diego, ahora con cinco años de edad. Yeney recuerda que la principal ayuda siempre la recibió de su madre y su suegra. “Las mujeres estamos más preparadas para estas cuestiones”, asegura.
Diosvani, por su parte, cree que él hizo “lo necesario, pues alguien tenía que llevar la comida para la casa. Además, ellas realmente se entienden mejor en eso del hospital”.
Inequidades… varones bajo lupa
Cada vez son más las historias de personas cuya existencia cambió, de un momento a otro, debido a un embarazo no deseado. Tener hijos e hijas, cuando no se han concebido con anterioridad, limita las posibilidades de realización personal y familiar de mujeres y hombres.
Una adecuada planificación de la descendencia por acuerdo e implicación de la pareja contribuye al desarrollo de los proyectos personales y familiares de vida. |
Entrevistas realizadas a jóvenes de la capital reafirman que madres, abuelas, hermanas, primas y tías a involucrarse más que los varones en el proceso de atención a la embarazada, decida o no continuar con la gestación.
Ana Laura, de 17 años, cuenta que su hermana mayor se hizo una interrupción y solo se lo confesó a la suegra, quien la acompañó a consulta. “Luego se complicó y tuvo que avisarle a papá”, dice.
En otros casos, las jóvenes embarazadas piden ayuda desde un inicio a sus madres, pero la falta de confianza y fallas en la comunicación provocan que “muchos padres ni se enteren”, comenta Hatshuko, de la misma edad.
La ausencia o presencia marginada de los varones en la toma de decisiones relacionadas con la planificación de la familia es un tema poco estudiado.
La doctora Aissa Naranjo Dojer, quien realizó su tesis de maestría sobre la asistencia de hombres y mujeres de la capital a las consultas de planificación de la familia, asegura que dicha problemática debe mirarse desde la cultura. “Varios hombres alegaron que no asistían por el horario del servicio. Según decían, en el trabajo no los justifican por esas cuestiones. Pero era más un tema de prejuicios, que no los dejaba asumir libremente estos temas”, puntualiza.
La experiencia cotidiana demuestra que la llegada de los varones a consulta se debe a que la mujer ha presionado. “Estos servicios habitualmente estaban en hospitales maternos y a los hombres les costaba sentarse en un lobby, donde los estuvieran mirando. La primera dificultad de las consultas era su propia ubicación”, explica.
Sin embargo, Naranjo Dojer reconoce que “algunos hombres están más motivados en saber sobre esos temas que las propias mujeres, debido a que poseen menos información. Ellas, a veces, creen saberlo todo”.
Cualquier trabajo sobre la planificación familiar debe tener en cuenta, además, la conflictiva relación entre los varones y su salud. Como advierte el sociólogo Raynier Hernández Arencibia, del CIPS, “los hombres no tienen una relación cordial con las consultas médicas. Un análisis de la construcción cultural de las masculinidades permite entender que los varones suelen descuidar su salud y, precisamente, la planificación ha estado muy relacionada con enfoques médicos y epidemiológicos”.
Por otro lado, aunque las expectativas sociales sobre la convivencia en familia se sustentan en la equidad, no se trabajan adecuadamente los procesos educativos. “Desde la niñez –sostiene Hernández-, la socialización crea distinciones. A las niñas se les enseña para la vida privada, pero no sucede así con los varones”.
Aún se debe reflexionar más sobre el placer y la
felicidad que produce el deseo legítimo de ser papá.
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Hernández acota que cualquier mirada al desenvolvimiento de los hombres debe estudiar la paternidad como un tema central. Habría que reflexionar más sobre el placer y la felicidad que produce el deseo legítimo de ser papá o sobre la vivencia de esta experiencia como reafirmación de la masculinidad.
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