viernes, 19 de junio de 2015

Del bául de los recuerdos: Longeva al volante



A Mirtha Arozarena no le importaron los prejuicios, estereotipos y la desconfianza cuando en 1974 decidió ingresar al curso de taxistas.

PD: Este trabajo fue fruto de mis andanzas por Artemisa hace casi dos años... Pero hace poco una miga me volvió a hablar de Mirtha, la taxista y quise volver a compartirlo...

Por Jesús E. Muñoz Machín
 

Fotos: Alain Gutiérrez.

Algunos sucesos pueden parecer cotidianos si convivimos con ellos a diario. Ello ocurre con la inusual historia de Mirtha Arozarena Valido, quien a sus 71 años maneja un taxi por las calles de la provincia Artemisa.


Precavida en la vía, carismática y jaranera en el trato con sus clientes, desde hace 39 años Mirtha trabaja en el Sindicato del Transporte, casi todos como chofer.

Cuando en 1974 la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) convocó al curso de taxista, Mirtha se lanzó decidida a la aventura, consciente de que iba a “probar suerte” en un oficio tradicionalmente asociado a los hombres.

No fue cuestión de azar o influencias cuando, próxima a los 32 años, Mirtha se subió a un taxi, pues más allá del llamado de la organización femenina, confiesa que siempre le agradó manejar.

No le importaron los prejuicios, estereotipos y la desconfianza. Resuelta a cumplir su sueño de ser chofer, ella, junto otras 18 mujeres, comenzó su andar por las carreteras de la antigua provincia Habana.

Recuerda que, al inicio, los hombres no querían en taxis conducidos por mujeres, pero la vida fue colocando las cosas en su sitio y con el tiempo ellas eran las choferes preferidas por su garantía de seguridad en la vía.

Muchos fueron los obstáculos e incomprensiones. Poco a poco, según dice, a las muchachas taxistas las fueron desplazando a tareas administrativas, de oficina u otra índole. Sin embargo, ella permaneció tras el volante, perseverante y dedicada al trabajo como lo avalan sus 21 años como Vanguardia Nacional y trece de Heroína del Trabajo.

No obstante, entre añoranzas y desazones, Mirtha Arozarena cree que la tradición de mujeres taxistas se está perdiendo, pues apenas cuatro choferes brindan este servicio en su territorio. Sin rodeos, apunta que lo considera injusto, sobre todo porque ellas han demostrado que son capaces de manejar con destreza y, lo más importante, de forma segura.

Actualmente Mirtha se desempeña como taxista del servicio de hemodiálisis artemiseño. Cada día traslada varios pacientes a consultas y tratamientos en el Hospital Ciro Redondo, programa de salud que costea totalmente el Estado cubano. En dicha labor se siente realizada, consciente de que su aporte ayuda a salvar vidas humanas.

Trabajadora y sencilla, Mirtha es una mujer llena de vida. Humilde de cuna y de corazón, prefiere seguir siendo una cubana más, imbuida en su cotidiano ir y venir tras el volente de un taxi.

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