miércoles, 23 de mayo de 2018

S.O.S: machismo en la adultez mayor




 Buscando en la web encontré este artículo que reflexiona sobre un tema complejo e interesante: los costos del machismo en persona adultas mayores.

La Habana-Quien transite por parques y otros espacios públicos de esta Isla, más que mirando, observando, podrá darse cuenta de que en los ejercicios que hacen personas de la tercera edad, léase taichí u otros similares, en bien del cuerpo y el espíritu, apenas hay hombres.

Si acaso, puede encontrarse alguno que se ubica al final del grupo, lo menos evidente posible.

La respuesta a este fenómeno no está en la diferencia de esperanza de vida para Ellas y Ellos. La encontré, muy explícita, en el diálogo que casualmente escuché entre dos viejitos de mi barrio. Uno de ellos acababa de terminar sus ejercicios y el otro ingresaba al parque con un pan bajo el brazo.


El segundo, en tono de jarana, le soltó al primero:

—Ya estás pa'l contenedor, Felipe. ¿Cómo te vas a poner a hacer murumacas aquí, donde todo el mundo te está viendo, hermano?

—¿Y eso qué tiene que ver? Ser viejo no es delito.

—No lo es, el delito es reconocerlo. Los machos no nos ablandamos, compadre, aunque tengamos la edad que sea. Si te duele la espalda, te callas; y si se te hinchan las rodillas, te callas igual y te pones hojas de caisimón en tu casa, sin que te vean. Eso de estar anunciando dolores es cosa de mujeres.

Parece ser que Felipe hizo oídos sordos a tales consejos, porque al siguiente día igual lo vi en la fila, levantando piernas y brazos con entusiasmo. Pero ¿cuántos se andan privando de los beneficios de esta alternativa por absurdos prejuicios machistas?

Y, en alguna medida, es disculpable que ancianos como los del cuento carguen sobre sus espaldas con tales concepciones, que el paso del tiempo ha ido felizmente desdibujando. Pero es lento ese desdibuje, más lento que lo deseable.

Incluso, muchachos jóvenes, quienes abiertamente se autoproclaman no machistas y que lo mismo se meten en la cocina que limpian la casa, incurren en esas posturas sin ser conscientes de que multiplican estereotipos y prejuicios machistas.

Así pude comprobarlo en carne propia. Venía yo por la calle atenta a quien llevara un cigarro encendido para pedirle fuego. Y justo delante de mí un joven de no más de 25 años encendió su cigarrito.

Sin dudarlo, le pedí que me dejara prender y para mi sorpresa, con mucha cortesía, y a la vez que me tendía la fosforera, casi paternalmente me aconsejó:

—Vecina, no fume por la calle, que se ve feo.

—¡Pero si tú estás fumando!

—Sí, pero yo soy hombre. Es distinto.

No tuve tiempo de replicarle. De la acera de enfrente lo llamó el abuelo. Era el mismo señor que le había recordado a Felipe aquello de «los machos no nos ablandamos». ¿Lo que se hereda no se hurta? Confiemos en que ciertas «herencias», como esta del machismo, vayan perdiendo raíces, profundidad, hasta que esa mala hierba finalmente se seque.

Ciencia de por medio

Pero llevará tiempo. Una investigación realizada en La Habana y dada a conocer en línea hace dos años sobre diferentes formas de «ser hombre» en Cuba, así lo ratifica.

Luego de estudiar mediante diferentes técnicas a 125 varones, trabajadores de una empresa constructora capitalina, con edades comprendidas entre los 21 y 60 años y una educación mínima de 12 grado, comprobaron que el poder, la dominación, la competencia y el control continúan siendo esenciales como prueba de masculinidad hegemónica.

A la vez, pudieron constatar que la vulnerabilidad, los sentimientos y las emociones en el hombre se siguen apreciando como signos de feminidad y, según ellos, deben ser evitados, al igual que la intimidad con otros hombres.

Identificaron que el autocontrol, el control sobre los otros y sobre el entorno son esenciales para que el hombre se sienta seguro. Un hombre que pide ayuda o trata de apoyarse en otros muestra signos de debilidad e incompetencia, según la muestra estudiada.

No obstante, al decir de las investigadoras Soura Formental, Iyamira Hernández y Teresa Fernández, autoras del mencionado estudio, «ya florecen en Cuba grupos de hombres que comienzan a desprenderse del machismo heredado, al considerar que ya no los representa, e intentan disfrutar de una nueva sexualidad masculina, alejada de miedos y dudas, de traumas e imposiciones, de inhibiciones y soledades...»

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